La fecha del concurso se acercaba, y el maestro de artística ya había elegido a sus dos concursantes, los que ya llevaban varios meses practicando su paisaje al óleo. Faltaban solo dos semanas, uno de sus participantes desistió del concurso, mi esperanza creció y yo misma me propuse para reemplazarlo. El maestro aún con un gesto de incertidumbre, me aceptó, y enseguida me puse a practicar.
Llegada la fecha, y al estar en el aula junto con mis contrincantes, me di cuenta de la realidad de mi espontanea participación, pero no todo terminó ahí; una vez que finalizamos el trabajo, había que dar una explicación a detalle acerca de nuestra obra, para ése momento ya me encontraba en una angustia absoluta, para lo cual mis palabras solo alcanzaron a señalar el par de enamorados y las garzas en el lago que figuraban en mi cuadro.