Era un día asoleado en un pueblo de Zacatecas llamado Villa Hidalgo, ese día no había agua en las tuberías de la colonia en la que vivía, solo había un aljiber en la esquina de la cuadra en la que vivíamos donde podían sacar agua en botes, aunque lo difícil no era sacarla sino abrir la tapa de metal que pesaba alrededor de unos 40 kilos, la tapa era cuadrada y tenia un orificio en medio cerca de una de sus orillas y recuerdo que para abrirla le metían una varilla como gancho para jalarla hacia arriba y de esta manera levantarla.
Yo tenia cinco años de edad, en ese entonces me gustaba mucho jugar en la calle que está enfrente de mi casa, eran como las cuatro o cinco de la tarde y yo estaba jugando con mi pelota, cuando una niña como de diez u once años se acerca y me pregunta ¿me ayudas a abrir el aljiber para sacar agua? yo muy caballeroso como siempre le conteste que si, entré en mi casa, dejé mi pelota y juntos nos fuimos hasta la esquina donde estaba el aljiber, cuando llegamos ella tomo la varilla con la que levantaría la tapa, la metió en el orificio y comenzó a jalar; yo me puse en frente de ella para que cuando levantara la tapa a cierta distancia yo metiera mis manos y comenzara ayudar a levantarla, yo en ese momento pensaba en lo que pensaría ella de mi, tal vez diría sorprendida ¡ooooo que niño tan fuerte! y justamente cuando estaba pensando en eso y tomando la tapa con todas mis fuerzas, a ella se le zafó la varilla del orificio y la tapa se me vino, no alcancé a sacar mis dos manos y me aplastó los dedos de mi mano derecha.
Lo que aprendí aquella vez fue solo una cosa, que jamas intentare demostrarle a una mujer mis fuerzas. Hoy en día mis dedos están un poco chuecos pero funcionan a la perfección, me gusta mucho la música, toco el piano y la guitarra sin dificultad alguna.
Tal vez si no dijeras lo que sentiste al final de tu historia, y agregaras una conclusión utilizando la metáfora, ubiera quedado aún mejor!
ResponderEliminarAndrea González Fernández